Autora:
Marcela Mardones
Los gritos
angustiados de la niña Sol resonaban fuerte dos celdas más allá. Me llevaron
con ella “a ver qué podía hacer”.
A través de la escotilla, extendí mis manos.
Frágil y asustada, desde un rincón de la jaula oscura, se acercó. El tacto fue
el lenguaje, los corazones emanaban, recibían: eres valiosa, valiente, esto es
temporal, es temporal…
Su suspiro tranquilo me hizo dar gracias al cielo.
“Ahora la contención la damos nosotras”, dijo al llegar la paramédico,
sentándose con las celadoras a jugar cartas. Mientras a mí me encerraban, la
niña Sol reanudaba su lamento.
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