Autor:
Rafael Navarrete
Un simple matero
con su bombilla puede ser para algunos solo un objeto, un accesorio, tal vez una decoración, pero en el lugar donde estoy, es mucho más
que eso, pasa de ser un artículo común o banal, a algo vivo y respetado, pues
reúne a los hombres a su alrededor, expía sus culpas, se transforma en su
amigo, escucha atentamente las conversaciones mientras lo manosean, lo llenan
con agua y hierba, para vaciar.
Cada cargada de hierba
mate es una historia, es una liberación de los pensamientos,de los que se
suponen son “malas personas”. Ahí, desnudando
sus conciencias, se sienten libres en el metro cuadrado, se sienten iluminados
por unos minutos entre tanta oscuridad.
El matero se
convierte entonces en un infaltable diario de la rutina presidiaria, escuchando
sus problemas, sueños, aspiraciones, secretos profundos, jamás antes contados, alegrías y penas que se
escurren cada vez que se vacía el agua buena, para volver a llenarse en la siguiente
ronda, y así, volver a empezar.
Ay mi matero
psiquiatra, serás muy difícil de olvidar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario