jueves, 19 de diciembre de 2019

Mi mamá es un teléfono

                               
 Autora:
 Marcela Mardones


Me llamo Alba, voy a cumplir 15 años y mi mamá es un teléfono. En realidad es mucho más que eso, pero en esta etapa de nuestras vida, la mayor parte del tiempo es un teléfono.

Cuando llego del colegio por las tardes, busco dónde está para tenerla ubicada en caso de que quiera sonar. Digo dónde está, porque ella es un teléfono inalámbrico, de los de casa, de los que ya casi nadie tiene.

A veces suena en los momentos más inoportunos: cuando estoy viendo mi serie favorita con mis cereales recién servido o cuando estoy chateando con mis amigos o cuando estoy lista para desayunar unas quesadillas calientitas. Ella me dice que le diga con confianza si no es buen momento, que no le importa si solo hablamos un hola y chao, que ella es feliz si sabe que estoy entretenida u ocupada en mis cosas. Yo sé que lo dice en serio, pero igual me da un poco de pena cortarle altiro, porque no puedo decirle que espere, porque no puedo devolverle la llamada…porque mi mamá está en la cárcel.

Así es como mi mami-teléfono me hace volar escaleras abajo para alcanzar a contestar o salirme a la mitad de la ducha y llegar estilando a la pieza. Por eso de pronto me la llevo al baño, a la cocina, al patio. Los días más difíciles me la he llevado a escondidas hasta la cama y me he dormido abrazándola aunque sé que a esas horas no sonará, solo hasta el día siguiente cuando quiten el cerrojo de las puertas. En esas ocasiones yo le hablo, lloro un rato a veces y hasta le cuento cosas que si de verdad me estuviera escuchando, no le diría. Cuando he tenido rabia o frustración incluso le he gritado un par de cosas y la he lanzado con fuerza, aunque en la cama, para que igual caiga blandito.

De vez en cuando mis hermanos mayores me la arrebatan. Yo con esfuerzo me desprendo de ella y un poco celosa los veo hablar, reír y a veces llorar y en realidad, me gusta saber que alcanza para todos. Igual los vigilo con celos y cuando la sueltan vuelvo a dejarla en un lugar seguro, al alcance de mis oídos.

Mi mami, la extraño. Extraño el tiempo en que era de carne y hueso todo el día, todos los días y no solo horas dos veces por semana. Es verdad que muchas veces no quería hablar con ella y me cansaban sus disimuladas preguntas para querer saber todo de mi vida preadolescente, pero saber que estaba cerca, a mi alcance, me hacía sentir tranquila y segura.

Es cierto que aun ahora, siendo un teléfono, sigue muy presente en mi vida porque además de teléfono es también mi almohadón gigante tejido a crochet en el que me acuesto, un cojín sobre el que sueño, una muñeca a la que abrazo y una cobija que me abriga. Está en mí también como anillo. Como pulsera o como koalita en el cierre de mi mochila…

Sé que ella está conmigo más que muchas mamás de niños que conozco, pero a veces eso no es un gran consuelo. Ya van más de dos años… ¿Cuándo me la devolverán?

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