Autor:
Rafael Navarrete
Como toda persona normal fui criado para ser un aporte a
la sociedad pero la vida y sus caminos te llevan por lugares reconditos y
oscuros, tal vez para adquirir sabiduría através de las experiencias. Cometer un delito es como equivocarse, pero siempre está la opcion de remendarlos.
Pise la carcel a los 33 años esperando salir de ahí en 60 dias, pero el dictamen del
juicio en manos del hombre se transformaron en 6 años. Ante ese escenario me di
cuenta que quien sufre no es uno, si no quienes te quieren
y te apoyan incondicionalmente, como la familia y algunos amigos. Tuve
que adaptarme y luchar para sobrevivir en un lugar donde se presume es
el infierno constante e inminente, pero a pesar de eso descubri que no era tan fatal
como lo pintaban ya que ahi encontré personas con mucho valor humano y
espiritual, que por sus propias experiencias de vida, mucho más
desafortunadas que la mia, cayeron aquí más de una vez. Me di cuenta
que uno no es delincuente porque quiere, sino porque las
circunstancias de la vida te arrastran hasta all.
Por la falta de
oportunidades´para estudiar y la violencia familiar, un niño inocente crece para transformarse en un hombre
culpable. Culpable de no tener para comer. Culpable de no conocer el
valor de trabajar, culpable de querer sobrevivir...
Ahora siento que
es la sociedad la que los conden a tener ese infortunio, cuando se le
negó la posibilidad de entrar a un buen colegio, cuando su padre
borracho golpeaba a su madre y los abandonaba, o cuando quiso tener
comida en la mesa y tuvo que robarla.
Es la sociedad ciega que nos ve
nos juzga y nos condena y es esta también la que nos cierra las puertas
para reinsertarnos a ella misma, criticándonos solo por haber estado
aquí una vez, negándonos la posibilidad de trabajar para vivir
exigiéndonos un papel de antecedentes en blanco a cambio de un contrato
de trabajo que nos permita no volver a delinquir.
Es la sociedad ciega
la que no nos quiere ver surgir dejándonos en lo más oscuro de sus
vergüenzas. Vergüenza de no ser humanos ni empáticos con quien pide
una segunda oportunidad. Vergúenza de no afrontar el problema,
vergúenza de nos ser capaz de solucionar, solo capaces de enterrarnos
en vida y olvidarnos.